sábado, 26 de diciembre de 2009

El Barquito






Quiero contarles la pasada por este pueblo de don Aurelio Contreras y la señora Margarita Espíndola, que era profesora y fue trasladada a la escuela de Calera de Tango donde se desempeñó como directora. Sus tres hijos , Hugo, Renato e Inés, fueron los dueños del restaurante y quinta de recreo “El Barquito”.

Llegaron por estos lados en el año 1938 y se compraron una gran casa quinta, a la que le agregaron el negocio donde se juntaban los parroquianos a deleitarse con las ricas comidas y buenos tragos de la época.

Ahí se juntaban todas las tardes a conversar una botella y jugar brisca o dominó. Aquí también estuvo la primera oficina donde se apostaba a las carreras de caballos del hipódromo y el club hípico.

La señora Margarita falleció en el año 1953 y don Aurelio se fue en el año 1955. Por esas cosas de la vida Renato conoció a José Fernández y lo llevó a trabajar a la panadería, donde necesitaban una persona para que se hiciera cargo del reparto. También se lo presentó a su hermana, con quien José, ni corto ni perezoso, se puso a pololear y pasó el tiempo y se casaron. Tuvieron cuatro hijos, Guillermo, Patricio, Nancy y Cecilia.

Como a Renato no le gustaba mucho el negocio, decidió que lo manejara su hermana con su marido. José ya se había hecho muy conocido y por que era un poco bajito le llamaban “el gran pepe montaña”. Se hizo muy popular por que defendía a la gente que tuviera cualquier problema. Los acompañaba a los juzgados, era prácticamente un abogado sin título, pero todo lo hacía por amistad, nunca cobraba nada.

Cuando falleció, sus hijos se hicieron cargo de “ El Barquito”. En ese período se comieron las más ricas parrilladas y una de las mejores chichas. Pero Maipú empezó a poblarse y los terrenos del sector céntrico elevaron su precio, por lo que el Banco del Estado les ofreció una buena suma y la sucesión decidió vender.

Don Aurelio era una persona que le gustaban mucho los caballos y tenía un cuadro de un hermoso caballo blanco pintado en un salón del negocio, cuentan que una vez que andaba montando su caballo y con unos traguitos de más fue a visitar a sus amigos los peluqueros del frente y se metió a la peluquería con caballo y todo para mirarse en el gran espejo que tenía la peluquería.

Por este negocio pasaron tres generaciones, los Contreras Espíndola, los Contreras Echeverría y los Fernández Contreras.
Guido Valenzuela Silva
"Brochazos y pinceladas de un maipucino antiguo"